Hola Mundo!!!

El viento soplaba con fuerza aquella tarde, arrastrando consigo hojas secas que danzaban en el aire como si fueran mariposas de otoño. A lo lejos, el sonido de una campana rompía la monotonía del silencio, marcando el paso del tiempo en un lugar donde los días parecían fundirse unos con otros.

En la plaza, un gato negro observaba con indiferencia a los transeúntes, acomodado en el alféizar de una ventana que reflejaba el último resplandor del sol. La gente caminaba con prisa, ajena a los pequeños detalles que conformaban la esencia misma del momento: el aroma a pan recién horneado, la risa de un niño persiguiendo una pelota, el leve crujir de la madera en la puerta de una tienda antigua.

Más allá del bullicio, en una callejuela angosta, un viejo farol iluminaba tenuemente la entrada a una librería olvidada. Sus estanterías, repletas de historias dormidas, aguardaban a los pocos curiosos que aún sabían apreciar el encanto de las páginas amarillentas. En ese rincón del mundo, el tiempo parecía transcurrir a otro ritmo, como si quisiera recordar a quienes se detenían allí que no todo tiene que ser inmediato, que aún existen espacios donde la pausa es un regalo y la prisa no es bienvenida.